De chiquillo solía recorrer la iglesia banca por banca y de la mano de su abuelo descubrió su virtud vocacional. Además, sus papás siempre mantuvieron un compromiso inquebrantable con la fe y la parroquia de San Martín, que realzó su sentimiento.
El sacerdote Gerardo Alpízar siempre supo lo que quería hacer de su vida. A los 18 años inició sus estudios y este 11 de diciembre cumple 19 años como uno de los padres más queridos de la Diócesis de Ciudad Quesada.
“Desde esa época recuerdo anécdotas muy bonitas de la fraternidad con los compañeros, de la cercanía de los sacerdotes y el apoyo que la comunidad le ofrece a uno y un detalle fue el acompañamiento que tuvo Monseñor Ángel en su momento”, contó.
A sus 44 años sigue muy seguro de su vocación, de lo que hace y cómo disfruta cada uno de los momentos al servicio de Dios.
“He disfrutado 100% de mi vida envuelto en esta experiencia y le agradezco a Dios por que a pesar de mi pequeñez, de mi pecado y mi debilidad, él me sigue llamando, me sigue buscando para este servicio”, dijo.
Gerardo dijo a su familia desde muy niño, cuáles eran sus aspiraciones de vida y desde ese momento el mayor apoyo siempre llegó por parte de su abuelo paterno.
“Cuando tenía 8 años y yo conté que quería ser sacerdote en mi casa se reían pero mi abuelo me llevó a parte, recuerdo ese día, me sentó en su regazo y me dijo: yo creo en la vocación suya y se que vas a llegar a ser sacerdote”, recordó.
Al paso de los años en el Seminario, los papás de Gerardo entendieron que la vocación era lo suyo y ni un solo segundo han dejado de orar por él y apoyarlo. Además tuvo apoyo incondicional de su única hermana (qdDg) y a quien recuerda con profundo amor.

Lección de vida
Una de las pruebas más duras de su vida fue ganarle la lucha al covid-19. El padre estuvo internado en cuidados intensivos y en muy mala condición de salud.
“Yo llevaba todos los números de la rifa para que hoy estuviera sepultado pero Dios no lo quiso y me quiso dejar un tiempo más por acá, la experiencia de estar en el hospital y tan cerca de la puerta de la muerte lo hace a uno reflexionar y pensar que todo es de el Señor”, relató.
La Eucaristía es una de las celebraciones que más disfruta y vive al máximo cada minuto de ella. Para él es su oración por excelencia y cada vez que llega el momento de la consagración le conmueve por que reconoce que no es digno de tener a Dios en sus manos.
Cocinero, dinámico, artista floral, amigo y mucho más son parte de las cualidades de este sacerdote que hoy por hoy, es el cura párroco de Monterrey.